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El ciclismo atravesará mejores o peores épocas, pero siempre el sufrimiento estará presente en él. El ciclismo enseña y los ciclistas aprendemos. Aprendemos a soportar el dolor, a hacernos inmunes, a superarnos. Los ciclistas nos rehacemos y pase lo que pase, continuamos.

A la vez que el romanticismo atraviesa su máximo esplendor a finales del siglo XIX, se sientan las bases culturales, políticas y filosóficas, para buscar fuera de la racionalidad, el sentido del mundo. Una búsqueda basada en la libertad. Locos ciclistas embriagados por esta manera de concebir el mundo se lanzan a los caminos y pocas carreteras de la época, en busca de un nuevo sentido de la vida, la bicicleta es el medio perfecto. Es entonces donde comienzan a asociarse al ciclismo las grandes gestas de aventureros románticos.

Estos primeros ciclistas escogieron el sufrimiento, por que les transmitía una sensación indeleble, ajena al paso del tiempo. Lo escogieron para poder definir y comprender el mundo que les rodeaba, a través de sus propias sensaciones.

Nosotros hemos querido adoptar la palabra que se pronuncia al admirar el esfuerzo y la fatiga como máxima expresión de la belleza humana, la Épica ciclista.

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